domingo, 17 de noviembre de 2013

Circular al Congosto del Ventamillo

Esta semana las noticias de nevadas y lluvias persistentes se hacían oir a todas horas y en todos los partes meteorológicos, por eso la mayoría de Clubs de Montañismo suspendían sus planes. Es difícil expresar lo que se siente cuando se ha preparado a conciencia una actividad para los socios y ves cómo a todo el mundo le entran dudas. El Club Montisonense organizaba una ruta muy especial, pero a la hora de partir de Monzón llovía sin cesar presagiando una muy mala jornada, a pesar de ello subimos a los coches y nos agarramos a la fortuna por si acaso esto cambiaba. 



Hicimos una larga paradita en el camino a tomar un café, como esperando que amainara, pero por las ventanas de la cafetería sólo se veía caer gotas de agua sobre las encharcadas calles, ¡el aguazón estaba asegurado!. Así que no se puede decir que nuestra llegada a Seira fuese nada triunfal ni animada, pues las caras eran bastante largas.

Empujados por la tozudez más maña imaginable calzamos las botas en nuestros pies y, tomando por inseparable compañero el paraguas y el impermeable o capa, comenzamos a andar cruzando el puente sobre el río Ésera y dirigiendo nuestros pasos hacia Seira el Viejo. Nuestro objetivo, realizar una ruta en la que ascenderíamos bordeando el cañón excavado a lo largo de siglos por las bravas aguas del río Ésera hasta llegar a El Run, cruzar el río por su puente y de nuevo regresar por la margen contraria por una serie de fajas colgadas del acantilado y ver desde arriba el estrechísimo congosto. 



Éramos diez los valientes que pacientemente avanzábamos sobre el encharcado sendero sin pararnos a pensar lo más mínimo en las dificultades que pudieran surgir. Confiados en nuestras fuerzas y en la experiencia, pronto nos daríamos cuenta que caminar bajo la lluvia tiene algo de melancólico pero mucho más de exquisitez, pues las plantas mojadas y las montañas envueltas por las nubes parecían dar más “ambiente”.

La primera parte del recorrido es un camino y senda que sube poco a poco y que no ofrece ninguna dificultad técnica. Atravesamos el núcleo curioso de Seira el Viejo, sin necesidad de utilizar los bastones que desde el principio fueron sustituidos por el mango del paraguas, envueltos por la neblina mientras arreciaba la lluvia para que no nos quedase ninguna duda que habría que ser valientes de principio a fin. 

Minuto tras minuto, kilómetro a kilómetro ganamos terreno a la montaña hasta rebasar la fuente de Escanarells en la que poco hubo que beber con la que caía, dejando de lado el mirador de la Peña del Sol ya que no íbamos a ver nada desde allí. Era hora de bajar por un sendero lleno de hojarasca entre los robledales, un precioso y blandito trazado que en pocos minutos nos condujo al fondo del valle. ¡Oh! Precisamente entonces unos rayos de sol asomaron entre la niebla y, como bendiciendo nuestro esfuerzo, nos regalaron unas bellas imágenes del valle y las nubes pululando entre las montañas. ¡Que exquisitez!



Junto a la misma senda está la Ermita de la Virgen de Gracia, de estilo lombardo y que es una auténtica joya constructiva. Aprovechamos este bello y escondido rincón para hacer la foto de grupo, ya que había parado de llover; a pocos metros está el pequeño núcleo de El Run, donde repusimos brevemente energías sin permitir que el frio se apoderase de nuestras piernas, así que continuamos la andada cambiando de margen del río. 

Al tiempo que regresamos al punto de partida, en esta margen podremos disfrutar de más diversidad de plantas, de una senda aún más exquisita y de unas panorámicas más amplias. La parte alta del cañón está nevada, recordándonos que el invierno está a punto de apoderarse del valle; ha dejado de llover, la alegría brota por sí sola y ahora sí, desde luego que nos alegramos mucho de no habernos rendido ante la adversidad. Caminamos bajo los árboles por un sendero verde, un “túnel” de plantas de boj, la hiedra trepando por los pinos y los robles y el musgo sobre las rocas convirtiendo la montaña en un paseo verde y tierno.

El último trecho es una pista sin dificultad que serpentea ladera abajo en busca de nuestro destino final, Seira, al que llegamos en un total de seis horas de andada sin tener que otra cosa en la mente que lo que hemos disfrutado de este día tan colorido y otoñal. Seguro que nos servirá de ánimo para la próxima, el 1 de diciembre, a los Mallos de Agüero.