Un total de once personas participaron
este fin de semana en la actividad de senderismo, programada en un lugar
bastante desconocido para los montisonenses, como es el Valle de Arán.
Partimos a las 7 de la mañana desde
Monzón en dirección a la Alta Ribagorza, siguiendo el valle del río Noguera
Pallaresa llegaremos a Arén, Pont de Suert, y en casi 140 km.y dos horas de
coche nos plantamos en las inmediaciones de la boca sur del Túnel de Viella. Dispuestos
a disfrutar de la alta montaña y huyendo de la calor del valle aparcamos junto
a los edificios del llamado “Espitau de Viella”, antiguo hospital y ahora
refugio de montaña.
Todos y todas teníamos ganas de hacer
ejercicio así que siguiendo la conocida ruta del GR-11 que se dirige hacia el
Parque Nacional de Aigües Tortes, comenzamos nuestra andada rodeados de prados
donde abunda la hierba fresca y multitud de flores. Por encima de las praderas prosperan
tupidos bosques de hayas, pinos y gigantescos abetos, y aún más arriba mirando
al este se alzan las enormes crestas de la Sierra de Molar Gran, afilada y
tremendamente alta.
Nuestro destino no eran esas cumbres
todavía bien engalanadas de blancos neveros, sino una ruta mucho más modesta; siguiendo
el GR-11 comprobamos que este tramo es bastante dificultoso por estar lleno de
rocas que había que sortear. Lo mismo ocurría con las caudalosas barranqueras
que salvamos como podíamos. Mención aparte merece nuestro compañero Javier,
quien pese a ser invidente disfrutaba de cada detalle del recorrido al sentir
la fresca brisa de la montaña, el olor de los pastos y eso sí, el agua
corriente cuyo gracioso ruido tiene algo de especial que hace que andar sea
menos pesado. Su confianza hacia el grupo demuestra una vez más que quien
quiere, puede.
Poco a poco ganamos altura sobre el
valle rebasando algunos pinares y hayedos, también destacan algunos ejemplares
de abetos gigantescos; de repente la senda da un brusco giro y se dirige
completamente al norte, en busca de un collado por el que se accede al Lac
Redon; nada más llegar la sorpresa fue grande al comprobar que persiste el
hielo flotando en sus aguas, y que los grandes neveros de sus laderas no se han
fundido. Sin duda que ver este paisaje siempre resulta muy emocionante, incluso
para los que estamos más acostumbrados.
Sentados en la hierba junto a las
gélidas aguas, sin pasar ni pizca de calor, comimos nuestro bocadillo y reimos
un rato incluso jugamos con los témpanos de hielo que flotan hasta la orilla.
¡Quien diría que es verano!
Nuestra intención de no haber
tantísima nieve hubiese sido llegar un poco más lejos. Pero hemos hecho un
importante desnivel y, no llevando material adecuado, lo mejor es retornar
sobre nuestros pasos y acabar así alegres y felices la jornada.
Ya en los coches, comprobamos que éste
lugar es ideal para venir con la familia a pasar el día, y lo guardamos en
nuestro recuerdo para, si hay ocasión, repetir una excursión como ésta.
Club
Montisonense de Montaña - Senderismo