Acabamos de pasar la semana de la Montaña en Monzón; el viernes celebramos el tercer aniversario del Club y muchos eran los que, viendo la lluvia caer, pensaban en qué hacer este fin de semana tan desapacible. La sección de senderismo teníamos previsto ir a Otín pasando por el dolmen de la Losa Mora, pero el barranco de Mascún bajaba muy crecido y al tener que atravesarlo varias veces nos planteamos buscar otro recorrido en la misma zona.
Así fue que nueve montañeros y montañeras dejábamos los coches en Rodellar y atravesando la calle principal nos dirigimos al barrio de la Honguera, desde el que un marcado camino de herradura nos lleva entre olivos hacia el acantilado. Descendemos por el sendero en varias lazadas hasta encontrar un cartel que nos indica hacia la ermita, que ya vemos enfrente colgada del roquedo.
Sobre la misma, asomaban las siluetas de dos personas sobre una roca que producía el efecto óptico de estar sobre la misma ermita. Eran nada menos que Ricardo y Jesús, miembros de nuestro Club que acababan de realizar la ferrata de la Virgen. Estaba claro que ellos tampoco querían desaprovechar el día y también eligieron este valle de orientación sur para ejercitar la mañana, ligeramente ventosa aunque resguardada por el macizo de Guara.
Nosotros a lo nuestro, descendemos un poco mas para atravesar el Barranco del Fornocal pasando junto a un semi derruido horno de cal, luego cruzamos el Barranco de la Virgen y ya en una corta pero brava ascensión alcanzamos la ermita románica de la Virgen del Castillo, pequeña y esbelta aunque necesitada de restauración.
Nuestros ojos se dirigen hacia el barranco de Mascún, desde la peña que hay tras la ermita veremos parte del Cañón con su prodigiosa formación rocosa de ventanucos, cornisas, torreones e inigualables agujas de formas variopintas.
Hecha la foto de grupo, volvemos sobre nuestras pisadas y ahora bajaremos al cañón entre coloridos chopos amarillentos, avanzando por una bella faja rocosa. El fluir del agua deja relajantes sonidos que penetran en todos los rincones del barranco, pero esa misma fuerza y viveza del agua es la que nos impedirá llegar a las mejores vistas de la ventana natural llamada “el delfín”, que no obstante presenta una imponente perspectiva.
Volveremos a subir hacia la ermita pero esta vez, sin llegar a ella, tomamos una senda marcadísima entre abundante vegetación por la izquierda orográfica del barranco de la Virgen, vamos subiendo disfrutando de la naturaleza pasando junto a una curiosísima fuente de frescas aguas, la Fonciachas, que ya en la edad media abastecía a personas y animales de San Chil, barrio desaparecido junto a Cheto, y cuyos vecinos relataban que jamás la habían visto seca, fluyendo libremente. Dentro de ella crecen unos helechos, se trata de la especie “culantrillo”, de propiedades balsámicas.
Estamos ascendiendo por un paraje realmente solitario, tenemos al otro lado de barranco la cueva del Foricón muy visible por su desproporcionada abertura aprovechada para hacer un corral. Seguimos ascendiendo y el tan pregonado mal tiempo no aparece, mas bien empieza a hacer calor y nos vemos en la necesidad de guardar el cortavientos. Cruzaremos el barranco cerca del punto en el que se divide en dos, y ahora subimos fuertemente hasta alcanzar la Peña Picarda, de 1.175 m. de altitud entre piedras repletas de fósiles incrustados.
Las vistas son magníficas adonde se mire, pero solo unos centenares de metros antes de llegar a esta cima disponemos hacia el norte de una grandiosa atalaya desde la que apreciar la magnitud del precipicio del que yo llamaría “Gran Cañón de Mascún”, que en árabe significa “el habitado por los espíritus”. Sobrecogedor panorama que nos permite, ahora sí, divisar la “Cuca de Bellostas” y todo un sinfín de espectaculares formas. Bajo las nubes que cierran las cimas del Pirineo, se podía ver el Collado de Añisclo completamente nevado, también al oeste divisamos el Cabezo de Guara y más abajo el estrecho barranco de Andrebot por el que se asciende hacia Otín, del que solo divisamos una casa y su centenario robledal con las hojas amarillentas.
Es hora de regresar a casa, no damos crédito al día tan bueno que hace y nos felicitamos de haber visitado Rodellar, antes pasaremos por el barrio de Cheto pisando sus sendas en perfecto estado flanqueadas por un extenso conjunto de paredes a la sombra de tupidos encinares, que han sido levantadas siguiendo la técnica constructiva de la piedra seca sin argamasa, coronadas por losas que se disponen en posición vertical.
El musgo recubre estos muros suavizando su dureza y haciendo de este sendero un lugar realmente atractivo, que deja un regusto a un pasado menos lejano y más entrañable de lo que imaginamos.
No hay duda, volveremos a Rodellar, Mascún nos ha cautivado.
Club Montisonense de Montaña. 6 de Noviembre de 2011.