Tal ha sido la ilusión y la pasión por ir a las Islas, por ascender a un volcán, y por culminar esta grandísima cima, que han sido nada menos que once montañeros y montañeras los que la han desafiado con un reto fabuloso: recorrer los 3.700 m. de desnivel y una treintena de kilómetros al partir desde la Playa del Socorro (próxima a Puerto de La Cruz) y alcanzar la cima de madrugada para ver el amanecer.
Muchos y variados fueron los trámites previos al día de partida. El 6 de noviembre salíamos en un vuelo a Tenerife, donde el clima es cálido y tan distinto al norte de la península. Un día entero de preparativos, alquilar dos coches y un poco de turismo para el día 8 de muy buena madrugada ir a la playa, tocar sus aguas, y comenzar a andar con pesadas mochilas. Hubo que cargar agua suficiente porque en esta ruta no existen fuentes, pasando primero por los Realejos y sus urbanizaciones, caminos rodeados de exuberante vegetación y campos de plataneros. Ya en el Mirador de La Corona aún amaneciendo divisamos todo el valle de la Orotava con sus pueblos iluminados. A continuación nos adentramos en el bosque de La Corona, devastado hace tres años por un gran incendio pero debido a que el pino canario es distinto al de la península, resiste al fuego y rebrota con fuerza por lo que se encuentra en avanzada recuperación. Aquí pudimos ver por fin el Teide al que no dejábamos de hacer fotos debido a la extraordinaria belleza de todo su entorno.
Superado el bosque llegaba la aridez, entrando por el Collado de la Degollada del Cedro al un gigantesco cráter predecesor del pico actual, es decir que el actual volcán nació dentro del cráter de un antiguo volcán mucho mayor. Este hecho hace del Teide una maravilla natural tan extraordinaria, y le da una belleza sin igual. Descansamos y comimos un poco, conviene reponer las energías perdidas antes que nos diese un bajón.
Dejamos a nuestra derecha los Riscos de La Fortaleza y entramos en un mar de arena dorada llamado Llano de las Brujas. Bajo él, se esconde una enorme reserva de agua de la cual se suministran muchas poblaciones de la isla. A medida que atravesamos el llano y vamos ganando altura contemplamos la adaptación de las plantas a la sequía, especialmente la retama canaria, que forma arbustos de gran tamaño y de curiosas formas, mientras el sol apretaba con fuerza y nos obligaba a beber a cada momento.
Llegamos a la Montaña Blanca enlazando con la pista que viene de un aparcamiento, vemos los huevos del Teide que son bolas de lava que han rodado desde lo alto de la montaña hasta quedar cristalizadas. Aprovechamos para hacer una última parada para emprender los últimos 450 metros antes de llegar al Refugio de Altavista, que fueron muy muy duros, contrastando nuestro agotamiento con los descansados visitantes que en gran número descienden del refugio después de haber subido en teleférico. Aún hubo seis valientes que desafiando al cansancio y a la proximidad de la noche subieron a la cercana cima a ver el atardecer.
Acogidos en el Refugio, cenamos y nos dispusimos a descansar para tener fuerzas al día siguiente. El ánimo era desigual, por eso lo conveniente es alimentarse, beber y descansar. De este modo, a las 5,30 de la madrugada los once montañeros y montañeras partíamos hacia el pico para ver el amanecer, en fila y alumbrados por frontales. En una hora y media alcanzábamos el Pico del Teide con enorme alegría, que se hizo aún mas visible cuando amaneció y el cielo rojizo llenó de luz el mar de nubes que teníamos a nuestros pies. Un éxito alcanzar juntos lo alto de la montaña sin ningún percance.
Disfrutamos de las vistas de todo el entorno, de los cráteres que están por toda la base del pico, la sombra del Teide se proyectaba sobre la isla de La Palma y del mar de nubes mientras el Sol salía justo encima de Gran Canaria, un espectáculo maravilloso, mucho más de lo que imaginábamos. El cráter es pequeño y blancuzco por lo que parece estar iluminado cuando aún no se ha hecho de día. Algunos jóvenes gritaban de emoción viendo este recital de fenómenos naturales, mientras nosotros hacíamos la foto de cima entre azufrosas fumarolas y la brisa helada.
Ya solo quedaba descender con cuidado, como lo hicimos en el horario previsto pudimos continuar en el descenso hacia el Pico Viejo, enorme cráter apagado de más de 800 m. de diámetro y segundo tres mil de las islas, con sus 3.134 m. Escribimos en el libro que hay en la cima, y descendimos por un sendero hacia el Parador Nacional, pasando por un maravilloso terreno volcánico de negras rocas y tramos de terreno arenoso y azufroso, viendo las formaciones de cuevas bajo la lava solidificada, así como los Roques de García y el Roque Chinchado, imagen muy famosa por salir junto al Teide en los antiguos billetes de 1000 ptas.
Desde el Parador volvimos al Hotel y celebramos como es merecido el triunfo montañero más grande en la vida de muchos de los participantes, y sin duda nos quedará un recuerdo extraordinario de Tenerife y su Teide, la montaña maravillosa de las islas Afortunadas.