El sábado 22 de junio se tuvo que cambiar el barranco que
teníamos previsto realizar a causa de las fuertes lluvias que habían azotado al
Pirineo.
La opción escogida, tras barajear diversas, fue el Gorgas de
San Julián, al lado de Nueno. Este barranco es recomendable descenderlo después
de lluvias, puesto que si no sus pozas están con agua estancada, algo que
resulta muy desagradable.
La aproximación al principio es algo intuitiva, esto conlleva pincharse bastante con la maleza, hasta llegar a una divisoria de aguas donde empezamos a encontrar mojones y senda mejor trazada. Conforme ganamos altura, vamos viendo la grieta en la que, en breve, nos vamos a meter, y al fondo la planicie de la Hoya de Huesca. La estampa, sin duda, es espectacular.
El descenso, de conglomerado, consta de 10 rápeles, el más largo de 20 m, y algún que otro destrepe equipado. Existen zonas muy estrechas que consiguen juegos de luces realmente bellos. Y en la parte final, una gran sala oscura con una fuerte surgencia, nos espera un altar con un nacimiento. Este lugar es muy frecuentado por senderistas, al tratarse de un paraje singular y nada exigente físicamente.